En un entorno así, no cabe duda de que el alma de Botánico tiene que ser un alma limpia y generosa. Un alma que se alimenta a sí misma de las sensaciones que la propia naturaleza evoca en cada una de las personas que conoce el lugar, tanto del personal que allí trabaja, como de sus visitantes.

Un alma sostenible y que crece al amparo de una economía colaborativa y con el ahorro como esencia de su idiosincrasia.

Ahorro energético, con placas solares que mantienen la temperatura óptima del agua del Spa. Control en el consumo tanto de energía eléctrica como de gas propano. Reciclaje tanto de residuos como de agua, reutilizada una vez tratada, para el riego de los jardines que conforman el paraíso vegetal.

Todos los productos utilizados tanto en la limpieza, como en el jardín, son productos bio.

Economía colaborativa, en la que más del 70 % de los proveedores son locales, por lo que la cocina y los productos que se sirven a la mesa en Botánico son en su gran mayoría de la zona. Una amplia carta donde las verduras son fundamentales, sin olvidarnos de los pescados frescos del atlántico, y como no, de las frutas como los plátanos con marca propia en la isla y conocidos en todo el mundo por su agradable textura al paladar y exquisito sabor meloso. Además dentro de este espacio se cuenta con un huerto de plantas aromáticas y especias utilizadas como aderezo de muchas de las recetas que se elaboran con especial mimo en las distintas cocinas del hotel.

En este ecosistema natural el tiempo libre es ocio verde. Excursiones a la costa, a la montaña, paseos por el jardín o por el parque de loros, uno de los importantes de Europa. Con el fin de contagiar el espíritu de Botánico, los visitantes tienen a su disposición una colección de bonsáis y pueden aprender la cultura del cuidado de esta especie vegetal tan sensible y delicada, un aprendizaje que formará parte de su propia filosofía de vida, el mutualismo con la naturaleza.